Invocación de José Zorrilla en su libro Granada¹

Lejos de mí tan sórdida mancilla:
antes selle mi boca una mordaza
que llame yo en la lengua de Castilla
a su raza oriental bárbara raza.
Jamás: aún en nuestro suelo brilla
de su facundo pie la extensa traza,
y, honrado y noble aún, su sangre encierra
más de un buen corazón de nuestra tierra.

 


Original collage by Ana Ruiz

El adiós de Anisa

Corrían tiempos difíciles en el recién entrado año de nuestra era de 1492, Boabdil, según todos el débil, el traidor, el desafortunado último rey de Granada, acababa de firmar las capitulaciones con los reyes castellanos. No otra cosa le quedaba por hacer en su reino sino marchar discretamente hacia la Alpujarra, primer destino de su infortunio, donde le esperaba la deshonra y el destierro. Entre el pequeño séquito que formaba su partida, se encontraba una joven renegada, conocida por todos en la corte como “la sierva de la sultana”.  Su nombre converso era Anisa, que en la lengua de los sarracenos significaba “buena compañía”; pues eso era ella para Sittal Horra* Morayma, -la noble- y joven esposa de Boabdil.

Ahora, cuando llegaba la angustiosa hora de la partida, Anisa pensó en mandar un último adiós a la que había sido, ha mucho tiempo ya, su familia; no sin antes pedir permiso para tal empresa a su dueña y señora, Morayma, a la que profesaba un profundo amor. Después de pedir pluma y pergamino, comenzó a escribir de esta guisa*: 

Desde mis más humilde respeto, padre mío, madre mía:
ya ha años que la fortuna quiso que me separara de vuestra tutela. Desde entonces siempre os he llevado en mi memoria y en mi corazón. ¡Cuánto hubiera deseado que formaran parte del devenir de mis días y consolaran mi infortunio en aquellos primeros años!  Lo que comenzó siendo un agravio a mi persona y a vuestra merced, padre mío, -ya que fui robada y arrancada de mi linaje contra mi voluntad-, acabó por convertirme en lo que soy ahora. Bien comprendo que mi decisión de pasar de ser fija* de la fe cristiana a convertirme a la fe musulmana, fue punto de desavenencia nunca enmendada con vuestra ahora repudiada fija infiel. Porque lo que nunca pudieron entender vuestras mercedes es que no fui obligada a ello, sino que a través del trato en la corte, el conocimiento profundo de su lengua, de sus costumbres y cultura, el amor hacia la sultana, hicieron que con el paso del tiempo llegara a amar a este pueblo culto y generoso, guerrero y refinado, noble y fiero.

Por tanto, no es mi pretensión que me dispensen los pecados que no cometí, sin que con ello se me acuse de osada y altiva; muy al contrario, ¡in shā' Illah!*, a lo que aspiro con humildad hacia su persona, ¡oh, padre mío!, es que al menos intente comprender -aunque sea por la memoria de la que una vez tuvo por fija- las razones por las cuales decido ahora unir mi destino al destierro de quienes considero mi pueblo y mi familia.

Sé que en el nuevo devenir de los días y las noches ya no moraremos otro palacio con fuentes y arrayanes, claveles y morales, ámbares, oros y rubíes; atrás quedará La Alhambra donde cada tarde languidecíamos con la melodía del agua de las fuentes, al calor del atardecer, yaciendo junto a mi señora Morayma en los aposentos del harén; me acompañará para siempre el recuerdo del haman* de las mujeres, en el que refrescábamos nuestros cuerpos en el agua fría de su caño; la dulce piel de Morayma bajo mis manos, el sonido de la música y los cantores que nos acompañaban desde la galería alta. Así mesmo*, llevaré en la memoria del paladar los manjares que disponían cada día del año como si de gran acontecimiento se tratara. Las más sabrosas entre las carnes: cordero, perdiz, codorniz, paloma … los cus-cus acompañados de berenjenas, cebollas y calabazas aromatizadas de cilantro, mostaza y hierbabuena… los melones llenos de dátiles, queso de cabra y miel, los ricos panes cocidos en los mejores hornos de Granada, los dulces de almendra con agua de rosa. La lista es tan grande que me temo convertir esta mi despedida en un tratado sobre los alimentos².

Mi propósito ahora que mi partida es inminente es dejarle en el contento, si es que mi habilidad con la palabra lo permitiere*, de saber que su fija nunca fue más feliz en su vida que entre los muros de este mi cautiverio. Si bien el dolor de verme separada de vuestras mercedes fue mucho, lo que vino después compensó con creces la carencia de vuestra presencia.

Quiera vuestro Dios que vuestras mercedes sepan perdonar a esta su fija que de nada tuvo culpa, y así se queden con mi recuerdo como yo les llevaré en el mío en este incierto destino, junto a la que es dueña de mi persona, de la que ya nunca podré partir, in shā' Illah.


Salida de Boabdil de la Alhambra. Manuel Gómez Moreno hacia 1880 Museo de Bellas Artes de Granada (Public Domain)

Vocabulario

  • Sitt: señora
  • al Horra: apodo que significa la grande o noble
  • guisa: manera, forma
  • fija: hija, en el castellano de esa época 
  • in shā' Illah: si Alá quiere, de ahí la interjección ojalá
  • haman: baño árabe
  • así mesmo: así mismo
  • permitiere: futuro de subjuntivo (ya no se usa)

Preguntas para trabajar y comprender el periodo histórico

1. ¿Qué fueron las Capitulaciones y en qué consistieron?


2. ¿Qué otros dos acontecimientos muy importantes para la historia de España ocurrieron en el año 1492?


3. ¿Quiénes eran los mozárabes? ¿y los mudéjares?


4. ¿Qué quiere decir morisco?


5. ¿Cuánto tiempo reinó la dinastía Nazarí?

Bibliografía

1. José Zorrilla, Granada, Poema oriental, Tomo primero
2. Tratado sobre los alimentos: Abú al-Arbuli fue un científico nazarí del siglo XV, originario probablemente de Arboleas, en Almería (al-Mariya), que escribió al-Kalām 'ala l-agdiya, o "Tratado sobre los alimentos", del que se conserva copia en la Biblioteca Nacional en Madrid, fechada entre 1414 y 1424.

Enlaces sobre el tema:

www.webislam.com/articulos/39890-la_caida_del_reino_de_granada.html

http://elpais.com/diario/2003/06/25/andalucia/1056493351_850215.html

http://lab.rtve.es/serie-isabel/rendicion-de-granada/ cuadro interactivo

Anisa's Goodbye

Difficult were the times in the early days of 1492, year of our era. Boabdil, known by all as the weak, traitorous and unfortunate last king of Granada, had just signed the Treaty of Granada with the Catholic Monarchs. Nothing remained for him except to leave discretely for the Alpujarra, the first destination of his misfortune, where dishonour and exile awaited him. In the small cohort that accompanied him on his departure was a young renegade, known by those in the Court as “the servant of the Sultaness”. Her convert name was Anisa, which in the Saracen tongue meant good company; and that is exactly what she was for Sitt al Horra Morayma, - the noble and young wife of Boabdil.

Now, at the anguished hour of departure, Anisa came to write a final farewell to what had been, a long time ago, her family, not without first asking permission for such an endeavour from her owner and mistress, Morayma, for whom she professed a deep love.

Having requested quill and parchment, she started to write in the following manner:

With my most humble respect, dearest Father, dearest Mother:

It has been many years since fate chose to separate me from your care. Since then I have carried ye* always in my memory and in my heart. O how I would have longed for ye to accompany me in the passing of my days and to console me though my hardship in those early years! What began as an affront to myself and to thee*, dear Father – given that I was robbed and ripped from my lineage against my will – ended in me becoming what I now am. I understand only too well that my decision to cease being a daughter of the Christian faith and to convert to Islam was a point of disagreement ne’er* settled with thy now condemned infidel daughter. Because what ye ne’er could understand is that I was not obligated, but that the gentility of the Court, my deep knowledge of its language, of its customs and culture, my love of the Sultaness, saw that with the passing of time I came to love this learned and generous, warlike and refined, noble and fierce people.

And so, it is not my hope that your graces forgive me sins that I did not commit, and as a consequence I be accused of being audacious and arrogant; but very much the opposite, in shā' Illah*! What I beg of thee with humility oh Father of mine, is that thou at least tryest* to understand – even if just for the memory of the one who once was your daughter – the reasons for which I now choose to unite my fate with the exile of whom I consider my people and my family.

I know that in the coming days and nights we will no longer reside in a palace with fountains and myrtles, carnations and mulberry trees, amber, gold and rubies; behind us will remain La Alhambra in which every afternoon we would languish in the melody of the water from the fountains, the warmth of dusk, lying together with my mistress Morayma in the chambers of the harem; I will carry with me for all eternity the memory of the women’s hammam, in which we would refresh our bodies with the cold water of its fount; the sweet skin of Morayma under my touch, the sound of music and of singing accompanying us from the high gallery. So too, I will carry with me in my mouth the memory of the delicacies we savoured each day as if each and every day were a great celebration. The most delicious meats: lamb, partridge, quail, dove … couscous with eggplant, onion, pumpkin, spiced with coriander, mustard and mint … melons filled with dates, goat’s cheese and honey, the most exquisite bread of the finest ovens of Granada, almond sweets with rose water. A list so long I fear that this, my farewell, become a treaty on food.

My aim now that my departure is nigh is to leave you at peace, if my ability with language were to permit it, knowing that your daughter was ne’er more contented in her life than within the walls of this, her captivity. Although the pain of my separation from your graces was great, what followed compensated a thousand times for your absence.

That your God will it and that your graces pardon this your blameless daughter, and in this way I remain in your memory as you remain in mine on this uncertain fate, together with she who is my keeper, from whom I will never be parted, in shā' Illah.

  • ye: second person plural (you plural)
  • thee: second person singular informal (you, singular, oblique)
  • ne’er: never
  • in shā' Illah: God willing, from Arabic
  • tryest: try

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